Y como un naufrago del Titanic, silbé una vez, miles de veces hasta que mi silbato cansado de tanto gritar a los cuatro vientos mi desesperación, se cayó entre los dedos perdiéndose en la oscura profundidad de la memoria, de esa memoria de los que miran para otro lado.
Y es cierto, en estos tiempos has de cuidarte de quién pides ayuda. Puede que le tengas al lado, a menos de un palmo, pero simulando ser una tapia para guardar lo suyo. Y también es cierto, que esas llamadas de auxilio surcan a veces los mares y alguien acude atravesando terribles arrecifes y peligrosos acantilados.
¿Quién está a tu lado cuando necesitas ayuda? ¿Quién es tu séptimo de caballería? Dime ¿Quién es tu Bruce Willis particular que se va a batir con terroristas de hacerte la vida imposible? Seguramente que muy poquitos, o si eres afortunado unos cuantos. No debes considerarte afortunada ni desafortunado, simplemente estamos en una situación de la vida, en la que cada uno ya tiene bastante con su vida.
¿Y que hacer mientras esperas refuerzos para salir adelante? ¿Atrincherarte en tu comisaría de distrito apache y liarte a tiros dialécticos con quién te agrede? ¿O imitar a Tarás Bulba y sentirte cosaco arremetiendo contra los problemas? El problema es que el cosaco, vikingo, apache o súper héroe de turno está durmiendo por la incapacidad interpuesta por la falta de acción. Una falta de actitud para no rendirse y hacer doblegar al toro por los cuernos. A veces con nuestras baterías parpadeando en la reserva de nuestras fuerzas, nos puede resultar suicida agarrar a ese toro para desjarretarle. Pero es verdad que dejarse patear o cocear (según lo mire el amante de los animales) no solo descarga nuestras baterías, si no más bien las deja inutilizables.
Para eso se hizo el silbido, para lanzar la señal y obtener la ayuda de los otros. Puede suceder que no acudan, bien porque siempre hicimos oídos sordos a sus silbidos, o bien porque les parezcamos invencibles. Hay que ver, hasta un Sansón a veces necesita de su Dalila para recobrar las fuerzas.
Pues bien tanto si obtienes ayuda como si no, enfrentarte al remolino que te quiere engullir, aún que no lo creas, aumenta tus fuerzas. Cuando parece que no le importas a nadie y que tu llamada se queda colgada en la centralita de la desesperación, como decimos en este país, ¡Leña al mono! O si eres más romántico, a morir con las botas puestas.
Para finalizar, ya que tú conoces a quién te rodea, piénsate eso de utilizar el silbato, quizás sea más productivo utilizar esas bocanadas en poner pies en polvorosa, o por el contrario arremeter bravo contra el agravio.
Sé feliz y silba una buena melodía.
Información Bitacoras.com
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