Había una vez hace no mucho tiempo un niño llamado Pedro. Pedro vivía en una aldea de 47 millones de habitantes y él era el pastor. Todas las mañanas subía con su “ganado” a la montaña. Allí pastoreaba mientras para entretenerse lanzaba diferentes arengas, discursos y vítores a su invicto ganado. Pero los días pasaban y su ganado solo sabía comer y balar. Tampoco le entretenía ya un lobo con piel de cordero (eso es otro cuento) que a veces le ladraba o le aplaudía, pero más de una vez le “sisaba” un cordero.
Aburrimiento
Dicen los cuentistas que el aburrimiento, el hastío o las ganas de subir más alto en la montaña, le llevaron a inventar un entretenimiento para pasar así los días. Así que una buena mañana, pese a los nubarrones y anuncios de borrascas, empezó a gritar ¡Que viene el lobo! ¡Que viene el lobo! A lo que los ciudadanos de la pequeña aldea global, subieron con todas las armas y el corazón en un puño. Una vez arriba vieron a tal Pedro reírse, jugando a las cartas con los lobos del lazo amarillo. El respetable pueblo apesadumbrado volvió bajar a la tierra, pensando que aquello era normal y nadie devoraba a las ovejas.
Sorna
Otro día, Pedro volvió a gritar ¡Que viene el lobo! ¡Que viene el lobo! Y el pueblo volvió a subir, y vio no solamente a los lobos del lazo amarillo y a Pedro riendo, sino que parte de los lobos que lucían pancartas. Como que el hombre era un peligro para el lobo y libertad para las lobas. Y de nuevo el pueblo volvió a bajar a la tierra con cierta tristeza.
Mentiras
Un buen día, Pedro volvió a gritar ¡Que viene el lobo con corona! ¡Que viene el lobo con corona! Y ese buen día (por escribir algo positivo en la historia) Nadie puedo subir a salvar el ganado de Pedro. El pueblo que quedaba todavía sano, confinado en sus casas, con varios meses y años de mentiras, promesas y leyes y que no conducían a nada, ya no pudo salir. Unos temían a un lobo esperando en la esquina, otros a un virus que era un poni y resultó ser un alien (Sin Ripley). Y otros porque dudaban siquiera si el Pastor se llamaba Pedro, Pablo o Ignacio, váyase a saber.
Y Colorín Colorado
Colorado como uno de los colores de la bandera de España, este cuento ha terminado para más de 15.000 personas. Personas que hace unos meses planificaban su verano, su año sabático, su futuro y que ahora en una pista de hielo, esperan su papel en esta historia. Pedro el pastor no tiene la culpa del mal bicho, pero sí sus grandes mentiras que le han camuflado con esa piel de carnero que saben usar los que les rodean. No sé cómo acabará este cuento, lo que sí sé es que a partir de ahora mentir a los españoles se pagará muy caro.
En homenaje a Rosa, vencedera de 3 cánceres, jubilada feliz, viajera con sus campeonatos de cartas. Socialista convencida, víctima del bicho y la mentira, el pasado Domingo 05 de Abril de 2020
D.E.P.