¿Alguna vez te has sentido como una colilla, con la sensación de estar agotado, rota, fatigado, rendida? ¿Alguna vez has oído en tu casa por megafonía aquella letanía de ” ¡Ha llegado el chatarrero!” y has sentido “Ya ha llegado mi hora”? o ¿Tal vez has visto aquellos testigos de Jehová que al verte caminar han cambiado de acera? No te preocupes pues, pues en verdad tú fin no está cerca.

Todas las sociedades de la historia han tenido su época de stress o desánimo. Quizás ahora no sea tan peligroso como antes, pero también tiene sus consecuencias en lo que a tu salud se refiere. Podrías consolarte pensando que estás en la edad media, y que vienen a ajusticiarte por tener un gatito negro en casa. O mentalizarte que no eres esclavo en el palacio de un pachá, limpiando las cuadras, o cosas peores. Tampoco quieras compararte con los pobres que sufren en el desierto, sobre todo si te comparas con los de Abu Dabio o Qatar.

Como

No es cuestión de consolarse que estás mejor un escarabajo, máxime cuando los escarabajos están en el cenit de su desarrollo y felicidad, haciendo pelotas. La materia prima de la que disponemos son nuestras experiencias, desde nuestro nacimiento. Y es comparando esas épocas felices de nuestra vida, cuando afirmamos que efectivamente; no estamos en un buen momento.

Pero ¿acaso recuerdas ya el agobio de un domingo por la tarde estudiando, cuando el lunes a primera hora tenías un examen? ¿A qué no fue para tanto? Pero recuerda que era un mundo. Que llegado el lunes se detendría todo y no habría más mañana. Pero han pasado meses, años y aquí sigues leyendo estas letras. Pues entonces lo que te pase ahora lo mismo. En unos días, meses o años será nada.

¿Y cómo me enderezo?

Aquí no valen filosofías orientales, ni bálsamos de Paulo Coello. Eso de si te sientes colilla, relájate y siente el suelo, eres suelo…eres tierra…respira y…. ¡Alto! que no somos lombrices y tenemos piernas. Indudablemente la caída duele, y salvo que tengamos déficit mental o pataleemos como niños para llamar la atención, hay que levantarse. La cuestión es estar lo menos en el suelo, ya sabes al final coges frío. Así que levántate, si tienes ayuda a tu alrededor no dudes, pero si estás solo ya sabes. Toca la alarma de tu UME interior y a salir del atolladero. Está claro que nada te va resarcir de la caída, te la llevas puesta y los efectos se notan. ¿Pero sabes? no son duraderos.

Quédate con que la antítesis de lo que te ha pasado existe. Al igual que bien demuestra que existe el mal, lo que te ha pasado te demuestra que en tu vida existe todo lo contrario. Así que en pos de las situaciones perfectas de felicidad, pon rodilla en tierra y erige la bandera de tu nombre. De nuevo en pie, de nuevo redoblando los tambores de tu paso por esta vida.Solo ha sido un varapalo, un alto en el camino, un golpe como el coyote contra el túnel que ha pintado un correcaminos cualquiera. Aquí solo se tira la toalla, cuando ya no podamos coger por la pechera al cura que nos dé la extrema unción. Y aun así cruza los dedos o muérdete la lengua, la última carta siempre la llevas en tu bolsillo.

Mucho ánimo, mucha suerte y jamás te juegues nada a los dados, tu eres el crupier y la banca de tu vida, siempre GANA.

Por Rubén García Codosero

Escritor y programador o viceversa.

Un comentario en «Como una colilla. No te dejes»

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