Hace unos días, se celebró en Londres el célebre desfile de modelos de Victoria Secret. Un evento mundial que ha sido seguido por más de once millones de telespectadores. No tuve ocasión de seguirlo, pero si pude ver un pequeño resumen en televisión del evento. Y quedé maravillado y por todo lo contrario que puedas imaginarte. Las señoritas bellas están muy bien y todo lo que quieras, pero yo quedé maravillado por otra cosa: El ambiente y la energía del evento.
En este país hemos ido acostumbrándonos (CULPA DE TODOS) a la mediocridad y a las sopas de ajo en todos los ámbitos. Ajo y agua en el empleo, en los servicios, en el trato personal, en la moda, en la decoración, en los vehículos, en las vacaciones y por supuesto en los eventos.
Tanto bajar costes para salir de la crisis, esa crisis generada por especuladores y secuaces, nos ha convertido en ciudadanos mediocres y conformistas. Cuando observé el evento de Victoria Secret, solo vi personas felices y un despliegue de medios y de profesionales sin parangón. Iluminación, sonido e implicación de todas las partes al máximo. El teatro lleno, la calle llena, la energía y la fuerza que desplegaban las imágenes estaban fuera de toda la duda. Mientras aquí, se saquea al trabajador, se contrata al que lo hace gratis, se sonríe al holgazán que quiere ayudarnos, se permite que el desganado nos acompañe en nuestro negocio, o que nos sirva en un restaurante. Luego claro nos quejamos de lo mal que nos va, o la chapuza de eventos a los que acudimos, o las largas colas en los supermercados con más de la mitad de las cajas cerradas, así nos va el país.
Ver el desfile de Victoria Secret me hizo recordar la antigua Gran Vía llena de cines y teatros, la cara de felicidad de las personas por la calle, la ilusión en todos los ojos todas las Navidades, la sonrisa en todas las tiendas. Nosotros fuimos así, éramos un país que disfrutaba de la vida, que protestaba con cualquier agravio, que corregía al vago y motivaba a los trabajadores. Donde nadie trabaja por nada, donde los profesionales hacían su trabajo, donde el intrusismo no se conocía.
Quizás el secreto de Victoria es que paga lo justo a sus trabajadores, quizás sea que contrata profesionales, o tal vez que su producto no es fruto del azar, si no del más estricto estudio y control.
Puede que un día cercano recuperemos la sonrisa, que paguemos lo que nos pide un profesional consolidado y dejemos los regateos para los domingos en el rastro. Si tú trabajo vale equis dinero, no vale equis menos el 50%. Puede que tengas que comer, puede que tengas que pagar la hipoteca y que tengas que ajustar tus precios, pero lo que sí tienes que tener claro es que el que no te valora tiene un problema y no puede contar con tus servicios. Si no te valoras tú, tienes un problema y solo darás con mediocres.
La vida nos echa un pulso, mediocridad contra eficiencia y profesionalidad. Exige lo mejor, da lo mejor, se excelente, recuerda como eras hace unos años, recupérate y lucha, nadie va a venir a salvarte. ¡Feliz vida!