Es bien cierto que una imagen vale más que mil palabras. En comunicación neurolingüística se estudia entre otras cosas, el tono, la disposición de la persona, los gestos. Para aumentar la comunicación es bueno apoyarse de objetos que aporten algo al mensaje que queremos transmitir. Así como por ejemplo un mago, se vale de una varita para dar un toque extra de misterio, o un jefe de taller, de una bata impoluta para que confiemos que el pedazo de factura que nos han colado por reparar el coche, es un precio más que justificado. De igual forma, si vemos a una persona con iPhone 5, estamos ante una persona de bien, con gusto y elegancia. Pero si vemos a un señor con un Nokia, nos está comunicando a simple vista que es un hombre que llegó tarde a la tecnología y con eso se apaña.
Igualmente sucede en la empresa, un directivo con un despacho de cuatro paredes, nos está comunicando sin palabras que es alguien que sabe que lo que hace, que está más que justificado el sueldo y la posición que ostenta.
Yo creo que el aparentar no es cosa de ricos, si no de pobres. El llevar un teléfono que vale lo que medio o todo el sueldo de su usuario o el alardear de legiones de seguidores en Twitter, es como decir que es tu amigo desde la proa de su barco mientras tú te ahogas. Llevar un coche que te roba la vida, disponer de vacaciones a golpe de oferta de última hora, ahorrar en favores, el tener el vaso siempre lleno frente a los sedientos, el creerse orador pese a repetir la misma cantinela. Es simplemente no vivir en la realidad del presente y ser una persona incompleta. Al fin y al cabo solo son apariencias, solo es un contenedor vacío, un cheque sin fondos entregado a la vida.
Me viene a la memoria, el caso del cantante millonario, Justin Bieber. Reconozco que no me gusta mucho su música, confieso que tampoco me he molestado mucho en escucharlo, quizás por el acoso mediático al que está sometido o simplemente porque no entra en mis gustos musicales. Justin es un joven que encuentra el éxito a su edad haciendo lo que le apasiona, simplemente cantar, y ya por eso es objeto de todo tipo de envidias y calumnias. Es igual a lo que pasa en cualquier empresa cuando un joven, o no tan joven, despunta o sobresale en su cometido. Entonces al igual que el bueno de Justin, es ridiculizado por su entorno. Y eso es muy bueno, porque eso es señal de avance. Recordemos que el gran Michael Jackson siempre estuvo en el punto de mira de los envidiosos y los tristes.
Volviendo a Justin, decir que podría comprarse una tonelada de IPhone, tener un jet privado e ir a cualquier hotel del mundo sin descuento, es algo que poco le inquieta a Justin. ¿Y qué es realmente lo que le preocupaba a este joven? Aparentar desde luego que no. Sencillamente Justin se quedó muy afectado por la muerte de una niña de seis años por cáncer. Niña a la que visitó y dedicó posteriormente un concierto. Esto lo que realmente le ha marcado. Una lección de vida, que no se aprende en un hotel de cinco estrellas y mucho menos con la más nueva y brillante tecnología.
Sinceramente, creo que Justin Bieber dará muchas lecciones en su vida a los que sigan su trayectoria. Y si no seguís su trayectoria, mirar a vuestro alrededor. La vida gira entorno nuestro, solo tenéis que valorar vuestros actos. Vuestros padres, hermanos, sobrinos, amigos, cómo son más felices, ¿cuándo les llamáis con vuestro iPhone 5 para felicitar su cumpleaños? o cuando emulando a un Justin Bieber, os acercáis en persona a felicitar, abrazar o cuidarlos.
¿Cuántos abrazos os han dado el último mes, año? ¿Y vosotros?
No juguemos a ser Justin ni Michael Jackson de Alcorcón, ni el marqués de Sabadell (perdón a los vecinos de Alcorcón o Sabadell). El aparentar causa una eterna insatisfacción. Si no damos de nosotros, ¿qué esperamos recibir? El recibir y recibir y no dar, solo alimenta el estómago insaciable de la infelicidad. Nosotros mismos…