ChildMen

Una escena cualquiera de un día cualquiera. A nosotros nos ha pasado cuando éramos pequeños. Sacar todos los juguetes y desperdigarlos en nuestra habitación. Participar en mil historias con ellos en nuestra imaginación y a la hora de comer, cenar o salir a paseo. ¿Quién recoge los juguetes?

Desordenar es lo más sencillo, basta arrojar en una mesa cientos de fichas de Lego. O entrar en cualquier tienda de ropa y probarse mil prendas. Luego sales por la puerta con o sin compra y aquí no pasa nada. Pero los juguetes de uno es otra historia, aquí intervienen los padres y la obligación de dejar al menos nuestra habitación como la encontramos.

Para padres más modernos, la habitación se la organiza el niño de 5 años y si vive en un pesebre esa es su opción y como personita con todos los derechos disfrutará de su libertad como quiera.

Pero…

¿Quién recoge los juguetes?

¿En las grandes ciudades, quién recoge los juguetes?

Un día sin venir a cuento, pero con la bandera de lo “CORRECTO” aparecieron en nuestras ciudades una serie de juguetes, que entre sus funciones tienen la de la comodidad de sentirse niño y no tener ninguna responsabilidad. Me estoy refiriendo a los patinetes, bicicletas, motoretas, patines y dentro de pocas cajas de fruta con ruedas de rodamientos de acero.

Cualquiera que vea una película de la post guerra mundial y civil, verán como proliferaban al menos en los adultos las bicicletas y alguna motoreta (el resto era de crío). Curioso se preguntaría hoy en día Henry Ford, como su esfuerzo en dinero, tiempo  en investigación para mejorar las prestaciones de sus vehículos (consumo, eficiencia, seguridad, autonomía, comodidad) se ha trasnochado en el vehículo principal de Zipi y Zape.

El reino del sinsentido

Para que todo cuadre, en el mundo de sin sentido propongo que los controladores del parquímetro, hagan de pseudo  padres y regañen al señor talludito o la señora no adolescente con 30 años, con un ¡niño recoge los juguetes! Quién sabe oiga si hasta le hacen caso. Sobre todo si nos tocan la cartera.

Por Rubén García Codosero

Escritor y programador o viceversa.

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