Los derechos de la mujer

Los derechos de la mujer

Ser mujer es cosa de hombres, en lo que a su perspectiva se refiere al menos. No es lo mismo la visión de ser mujer para una mujer, que para un hombre. Para una mujer ser mujer es ser una misma, pero para una feminista es ser una misma y  a la vez  ser o tener algo de hombre.
Para unas será el sueldo, oportunidades, ventajas, para las menos quizás la fuerza.  ¿Qué fuerza, fuerza para correr los 1000 metros, para el Paris Dakar, para escalar el Everest, para iniciar una empresa, una carrera académica, terminarla?
O la cosa no va por la fuerza. Los movimientos feministas actuales están aquí para quedarse o más bien para dar la vuelta a este mundo en el que vivimos.
Démosles entonces la vuelta.
La Diosa creó a la mujer y de una costilla creó un hombre. Ese hombre se dejó engañar por una serpiente (muy actual a día de hoy) y la diosa les expulsó del paraíso por no obedecer. Quizás ese hombre fuera Steve Jobs y nos dejará de recuerdo en ordenadores y teléfonos, la marca de la afrenta acontecida. Pero estamos hablando de mujeres, y claro sin Ada Lovelace*, al bueno de Steve no lo conocían ni en su casa.

La premisa de la igualdad de género

Como una aceleradora de startup, la velocidad que se está generando en la sociedad por la igualdad de género, hace que se salten algunos semáforos que tienen su sentido en el tráfico de la sociedad. Desmembrar los miembros de las miembras, mientras comemos trigo en un trigal. Creando trabalenguas acercamos posiciones al hombre, y este cercado baja de categoría con un sonoro aplauso de esta sociedad. Ya que en términos actuales un hombre siempre es culpable hasta que se demuestre lo contrario.

¿Por qué se ha convertido ‘feminismo’ en una palabra malsonante?

Quizás por querernos colar con el calzador de la igualdad, personas humanas que por el mero hecho de ser mujer, ya son más valiosas que un hombre. Si de acuerdo, si hasta en eso la selección natural y la supervivencia de todas las especies de aquí a Júpiter estamos de acuerdo. Pero en lo que al ámbito laboral, permíteme que lo dude. Somos diferentes y siempre lo seremos por mucho bisturí que se estile en la clínica estética. Cada persona, tiene sus habilidades, sus debilidades, sus defectos y gracias. Habrá equipos con más personas de un género que otro, así son las cosas. Que no nos impongan sobre el sentido común, siempre personas cualificadas por encima de la paridad sexista.

Casos de hembrismo

Un ejemplo sencillo, un tópico de toda la vida. Una cocina es sinónimo de mujer, luchemos contra este estereotipo, condenemos al hombre y que las cocinas sean para los hombres. Un momento, si en las cocinas siempre han estado los hombres, seguro que sabes de algún cocinero o chef.
Otro ejemplo, las mujeres a coser, hilo y aguja. Giremos de nuevo la rueca hacia atrás y que cosan los hombres. De acuerdo siempre han existido los hombres que han cosido, y no me refiero a Balenciaga, Dior o similares.
¿Y al revés? Hombres escritores por doquier, conductores de coches, músicos… Que se lo digan a Rosalía de Castro, Ana María Matute, María de Villota, Ainhoa Arteta, y otras.
Lo que nos hace grandes como especie, es reconocer a los nuestros, a la persona que destaca sobre el resto. A la que brilla con luz propia y la que hace del mundo un lugar mejor. A todos aquellos que restan, sean sociedades u organizaciones que encumbren a su sexo y embista contra el otro, les auguro un final agónico. Al fin y al cabo si lo que se defiende es el sueldo en esta cruzada de moda, ya somos mayorcitos para negociar por nosotros mismos.

Para argumentar con conocimientos y experiencia, y salvo que se nos oponga el enchufismo, el amiguismo o el porque yo lo digo, una persona cuerda tendrá a razones. Si no atiende, da igual que seas Cristiano Ronaldo o Patricia Botin, si no te va a reconocer tú mérito  no pierdas el tiempo.

Por suerte la vida es femenina y siempre encontrarás donde destacar. No te conformes.Los derechos de la mujer

Por Rubén García Codosero

Escritor y programador o viceversa.

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