Tres eran los reyes
Tres eran los reyes que visitaban la ciudad todos los años. Tres eran los que se repartían el tiempo para dividirse en mil Melchores, Gaspares, Teresas, Josés, Pedros, Luisas… para llegar a todos los hogares.
Cuatro son los reyes, los reyes que tenemos. Dos reyes y dos reinas. Y no precisamente del día del orgullo o del orgullo patrio. Ellos solos se bastan, los cuatro para no dividirse, para no llegar a todos los hogares. Al menos ellos, los reyes varones lo hacen con su respectivas monedas, en nuestros bolsillos. Apenas dan para pocas alegrías y menos necesidades. El euro no es una moneda que se evalúa, si no más bien todo lo contrario, que se devalúa con cada sueño roto.
Pero no hay sueños rotos, sino más bien personas incapaces. Eso es lo que te venden ahora, las escuelas de negocios, los feriantes del coach, los magos de la formación. ¡Fórmese aquí y allá, no deje de ser el mejor formado del desempleo! O viaje a otro país para ser el mejor camarero cirujano, el mejor socorrista abogado, o la mejor cuidadora de niños doctorada en matemáticas.
Tres eran los reyes que visitaron a un niño Dios para ofrecerle algo más que oro, incienso o mirra. Ahora todos somos reyes y buscamos la mina de oro, los árboles del incienso o esa mirra que cotiza en el Dow Jones, vete a saber.
Servir a los demás, ayudar, ser solidarios con los que lo necesitan, se ha tornado con la pancarta eterna del welcome a los refugees pero oye; la propina de los clientes es mía y a las seis termina mi turno. Sociedad sin valores, sociedad donde ya nadie defiende a los reyes no sea que te partan la cara, sociedad donde los reyes ya no dan la cara. Donde ser un grande de España, se torna bananero si te han procesado y quieres poner tierra por medio.
Cuatro son los reyes, ellas y ellos los reyes, del palacio de Oriente lleno de goteras. Goteras que con cubos de Constitución van disimulando los charcos, mientras el mayordomo con chaleco de república quiera ocupar su enmohecido puesto.
A mí déjame con los de siempre, con los magos. Si de verdad existieron y no salieron de los almacenes de Ramón Areces, de verdad déjame con ellos. Para que me enseñen qué estrella siguieron, que para nos muestren el camino que nos saque de este pesebre, de este Belén viviente donde todos los días somos las muñecas de Famosa.
Para todos mis lectores, fieles, ocasionales o del rebote del google adwords, feliz navidad y que ojalá encuentres tu estrella… ¡La de verdad!
Sé feliz.