camino al andar

Mi infancia siempre ha sido, recuerdos de un patio en Tetuán de las victorias, bajo la parra longeva de mi abuela y junto a la fuente de agua fresca del canal de Santillana. En ese patio, en una cómoda silla de madera austera, pude descubrir una tarde de lectura, al poeta Antonio Machado. En el colegio nos obligaron a leerlo, pero cuando nos explicaron la vida del poeta, la tragedia de su mujer Leonor y por último su muerte en el exilio, esa obligación se tornó en curiosidad.

Esa curiosidad hizo que mi corazón madrileño amara las tierras de Soria, y añorara la curva de ballesta del Duero. Quizás por mis años me conformara con un pequeño río de Navacerrada donde pasaba algunos veranos, y mutaba aquel afluente del manzanares, en el río que atravesaba Castilla, y por el que paseara el maestro.

Una tarde parda y fría
de invierno. Los colegiales
estudian. Monotonía
de lluvia tras los cristales.
“, como me recordaban aquellas palabras, a las tardes de invierno tras volver del colegio, mirar por la ventana a ver si escampaba y podía salir al patio a jugar. Esa soledad de Machado, como me recordaba a mi escondite en el patio de mi abuela. Una veces era un tanque, otras un submarino, algunas un fuerte, y siempre un encuentro conmigo mismo y mis pensamientos.

habitación Antonio Machado
La humilde habitación de Antonio Machado – Segovia

Cierto es, que Machado conectaba conmigo en sensaciones. Sensaciones que yo había vivido en contextos totalmente distintos, pero con el mismo significado. ¿Qué era eso de la poesía? ¿Un señor en calzones antiguos, recitando no es cierto ángel de amor, que en esta apartada orilla, la luna brilla y se respira mejor? ¿Era algo que no tenía sentido? ¿Era algo que escribía gente que ya está muerta? Pues no, parecía que aquello transmitía. La poesía es recordar que estamos vivos y hacernos sentir que es cierto. Son pensamientos, sensaciones, momentos de vida, envueltos en palabras que nos activan.

Y fue Machado el que consiguió transmitírmela, y por eso en el 75 aniversario de su muerte, acudí a Segovia a ver los actos que celebraron para homenajearlo. El grupo “La siesta de Inés” interpretó sus poemas, con canciones de Serrat, con suyas propias y de otros poetas. El escenario, era la humilde pensión donde vivió Antonio Machado. Una casa conservada, tal y como la conoció el maestro. Una casa con parra, con patio, con sillas como las que me sentaba yo cuando era pequeño. Y la habitación del maestro, humilde, con un brasero y una mesa camilla donde se pasaba horas escribiendo, viajando con la mente, cambiando el mundo, despertando a los hombres después de muerto. No había ipad, ni ordenadores, ni una vieja radio. Solo él, el tiempo y su mundo. Con un sueldo escaso, de humilde indumentaria, hizo suya su vida y luchó con sus armas, la palabra y la razón. Y acabó muriendo enfermo, en la vecina Francia, sin dinero, agotado. Y aún así sus palabras siguen sonando, conmoviendo, despertando. Nunca se quejó de su situación, siempre aceptó el juego que le propuso la vida y nunca se quedó quieto.

vistas Machado
Desde esta ventana observaba el poeta, Segovia, su catedral y el cielo.

Retratos de su vida, impresiones en la consciencia de los hombres, un homenaje a un hombre que soñó con el despertar de su país, que plantó la semilla para eso, y que vendrán muchos más que harán germinarla. En nuestra vida, o en muchas vidas, pero el cambio a mejor es imparable.

Gracias Antonio Machado, hacemos camino al andar, sin mirar hacia atrás, hacia algo mejor, hacia la vida.

Machado2
Hay otro lugar donde encontrarse más personalmente con Machado…. en sus libros, en sus poemas…

@by  Rubén García Codosero

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