cid sin chanclas

Sin chanclas hay futuro

Hoy es un día de lluvia, caminas con tus chanclas de playa pisando los fríos charcos que te ensucian de barro. La humedad llega a tus huesos, ya casi no sientes los pies mientras observas que la calle está llena de puestos de calzado. Te acercas al primer puesto que te encuentras y ves desilusionado que no tiene botas, ni zapatos, ni siquiera unas humildes zapatillas de deporte. Solo venden chanclas de piscina de un determinado color. El siguiente puesto también vende chanclas pero de otro color, al igual que el siguiente puesto y el siguiente. Como tú eres el congelado cliente que pasaba por allí, empiezan a discutir entre ellos, a aportar sus argumentos.

  • Mi chanclas son de buena goma.
  • Pues la mías de goma buena.
  • Las mías rosas.
  • Las mías caqui.
  • Con las mías puedes caminar.
  • Pues con las mías puedes andar.
  • Nada como las mías que puedes pasear.

Y tú helado hasta el alma, absorto por la congelación ves como los tenderos llevan sus cómodas botas de Louis Vuitton, sus zapatos de piel, sus mocasines de lotusse, o las pantuflas calentitas de Armani. Y ves tu cara de pardillo reflejada en el charco que hay en el suelo, ese charco donde navega el buque de tu futuro, dando vueltecitas con su vela de papel.

Y te indignas, y te enojas y miras a otros transeúntes que pasan y que llevan sus chanclas empapadas y lo admites. Te ofrecen una azul y morada, o verde y roja, o azul y multicolor, las puedes combinar como quieras, ellos te dan facilidades bajo la seca carpa de su kiosco.

¿Qué puedes, que podemos hacer? Porque coger a los tenderos de la pechera, de las barbas, de la coleta o la pajarita para ponerlos bajo la lluvia no está permitido. Una legión de policías, jueces, leyes, servicios secretos e intereses creados, nos sumergirá dentro de nuestro charco sin ni siquiera un snorkel de 3 euros.

Mientras llegue el día en que nos unamos, no por ideas políticas, si no como personas de un país,como vecinos que vivimos juntos todos los días, cuando no haya dirigentes a la antigua, si no a la moderna, cuando no quepamos en las cárceles, cuando la insumisión ciudadana sea la norma, cuando nadie pague impuestos, ni multas, ni embargos, cuando ya no votemos a nadie, entonces solo entonces vendrá el cambio, el verdadero. Para sacar las ratas lo mejor hundir el barco, construir uno nuevo saneado entre todos y poner los medios para cazar roedores, para impedir la carcoma, para que nunca más aparezca el sarro de la codicia.

Ya pasó el tiempo de Aristóteles, de Julio César, de los reyes Católicos, de Cánovas del Castillo, de los Austrias y los borbones, de Pasionarias, Carrillos y Francos, de González, Aznar y los últimos de Álamo que pretenden resistir.

Seamos nosotros y los que nos preceden, los nuevos Santana que asedian el fuerte, los nuevos Rodrigos de Vivar que hacen huir en retirada al infiel con la sociedad, el nuevo Aníbal que cruza la península con ejércitos de ilusión, el nuevo califa que viene a abrir de nuevo las riquezas de Al-Ándalus, el Escipión que reconquista Hispania, la Numancia que rompe el asedio, El Viriato de a pie que rompe las columnas de la desigualdad, el Don Pelayo que para las huestes de la sin razón.

¿Y como lo hacemos? Con unión, somos simples hojas de papel, pero unidas no habrá grúa, máquina o persona capaz de movernos.

Demasiadas chanclas a nuestras espaldas
Demasiadas chanclas a nuestras espaldas

 

 

Por Rubén García Codosero

Escritor y programador o viceversa.

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