Cornavirus

Nada que ver con el coronavirus, de origen patológico, creado según dicen las malas lenguas en laboratorios de diseño.  El cuernovirus es más antiguo, está latente en cualquier época de año y afecta a todo tipo de paciente. Altos, bajos, jóvenes, ancianos incluidas las mujeres. No acepto el lenguaje inclusivo.

El cuernovirus se lo encuentra uno a la vuelta de la esquina, o a veces nada más levantarse y salir por la puerta de casa. O cuando llegas al trabajo y te lo encuentras en tu puesto. No respeta nada, ni la más alta montaña ni el más recóndito almacén de un pueblo. Si te descuidas te atraviesa.

¿Qué es el cuernovirus?

El cuernovirus es ese cuerno afilado, envidia de Vitorino o Miura, que nos hace una cogida cuando se nos cae el capote del día.

Puede ser que te roben en el portal, en el autobús, que tengas un accidente con la bicicleta, o un sobrecito con una multa de tráfico en tu buzón. A veces el cuernovirus lo lleva un pariente, y cuando vas a recibir una herencia, ves que solo te han dejado (a veces) la vieja mula que mueve la cola, porque se han llevado hasta las moscas del rabo.

El cuernovirus no se anuncia.

No, no muestra su tarjeta de visita, tampoco lo nombra en alto el mayordomo. Ni repican las campanas, ni siquiera la vieja corneta de un cuartel en ruinas. A él le gusta llegar como lo hace un vigilante de la hora. Con disimulo y cuando no le ves, envite.

¿Y cómo le evitamos?

Pues hay un problema, que estás vivo. Y mientras respires, tú, yo y ellos recibiremos en nuestras carnes la fina punzada del cuernovirus y sin anestesia. La vida tiene muchas cosas buenas, pero también unas pocas malas, y el echo de estar como he dicho vivos, nos dá todas las papeletas.

Contramedidas

En curso que realizado de Gestión de Proyectos informáticos, me ha llamado la atención una de las definiciones. Son las contramedidas que se prevén cuando se intuye o bien hay bastantes razones para pensar que va a haber una serie de problemas. Estas contramedidas se dictan mucho antes de iniciar un trabajo. Por lo que no está demás que aprendamos algo de las máquinas y lo llevemos a la vida.

Cuernavirus

Para cuando vengan mal dadas.

Y estemos más solos que una cabina de monedas, debemos llevar en nuestra cartera de vida, esos recuerdos en forma de fotografías, momentos y sensaciones de la persona que siempre nos ha reconfortado en los momentos difíciles. Esa sensación de ser niño y caer al suelo y que un padre o una madre (por ejemplo) te levantaran y llevaran a sus brazos. Esa mirada de cariño de nuestro cónyuge, de nuestros hijos o abuelos, esos abrazos y besos.

Y cuando de nuevo reconfortados, secadas nuestras lágrimas con un pañuelo de tela (ahora de papel desechable), las heridas con micromina (ahora betadine), nos poníamos en pie regalando una sonrisa a nuestro querido y amado bienhechor.

Para qué cuando nos toque de nuevo el cuernavirus, ese que siempre nos ronda. Recordemos esa tan reconfortante sensación y secándonos esta vez nosotros solos las lágrimas, le digamos al maldito cuernavirus ¡Aparta que no me dejas ver mi camino!

Sonrío.

Por Rubén García Codosero

Escritor y programador o viceversa.

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